Para que no olvidemos



"Despedida" es un poema de Rudyard Kipling  (Recessional) que compuso con motivo del jubileo de diamante de la reina Victoria en 1897.

El poema es una oración. Describe el destino que le sucede, incluso a las personas más poderosas, ejércitos y naciones y que amenazaba Inglaterra en aquel momento: que pasa fuera de la existencia, y que transcurre de la fe  a  la blasfemia. La oración implora a Dios que a partir de estos destinos "para que no olvidemos" el sacrificio de Cristo.

El poema fue en contra del ambiente de celebración, ofreciendo en su lugar un recordatorio de la naturaleza transitoria del poder imperial británico. En el poema de Kipling argumenta que la jactancia y el patrioterismo eran inadecuados y cuenta de la permanencia de Dios.

En Australia y Nueva Zelanda  "Despedida" se canta como un himno en el Día de Anzac, con la melodía "Melita" (" Padre Eterno, danos fortaleza para salvarnos").

La Iglesia Anglicana de Canadá adoptó "Despedida" como un himno y una versión musical única del himno está incluido en algunas iglesias norteamericanas.

Para que no olvidemos
La frase no lo olvidemos forma el estribillo de "Despedida". Introduce el motivo de la petición expresada en el poema: que Dios puede salvarnos del olvido o blasfemia "para que no olvidemos" el sacrificio de Cristo ("Tu antiguo sacrificio").

La frase más tarde pasó a ser de uso común después de la Primera Guerra Mundial a través de la Mancomunidad Británica en especial, llegando a ser vinculado con el Día del Recuerdo; llegó a ser una declaración de no olvidar los sacrificios del pasado, y con frecuencia se encuentra como único texto sobre los monumentos de guerra, o se utiliza como un epitafio.